Entrenamiento de la Fuerza (2.15) - Mejora de los parámetros cardiovasculares
Entrenamiento de la Fuerza (2.15) - Mejora de los parámetros cardiovasculares
Además del aumento de capilares que ya vimos en el capítulo anterior, con
la realización de un entrenamiento de la fuerza organizado, con
tiempos de pausa cortos y la cantidad de repeticiones y de series
adecuada, cabe conseguir otros efectos beneficiosos para el sistema
cardiovascular.
Los efectos beneficiosos son, entre
otros:
- Disminución no significativa del pulso en reposo (Fleck 1994).
- Tendencia a la normalización de la presión arterial en reposo, o sea, reducción no significativa de la presión arterial en personas hipertensas (Harris, Hagberg, Martel); valores constantes de la presión arterial en personas normotensas (Fleck 1994), y cierto aumento de aquellos valores en personas hipotensas. En este contexto es interesante el metaanálisis de Kelley, quien durante el lapso de tiempo entre 1996 y 1998 analizó, a través de diversos estudios, la relación entre el entrenamiento de fuerza y la presión arterial, observando una reducción de la presión sistólica del 2% y diastólica del 4% originada por el entrenamiento de fuerza (Kelley).
- Aumento del grosor de las paredes cardíacas y de la masa muscular del ventrículo izquierdo (Fleck 1994)
- Disminución del rendimiento miocárdico en reposo; es decir, en estado de reposo el corazón consume menos oxígeno y debe trabajar menos para mantener las funciones vitales (Fleck 1994).
- Se produce un aumento de la concentración de HDL (colesterol bueno) y una cierta disminución de los valores de LDL (colesterol malo) y del colesterol total (Wallace, Hurley).
- Aumento moderado del VO2máx. del 4 al 8% (Gettmann, Stone 1983).
- Mejora del transporte de oxígeno a la célula muscular.
Uno
de los efectos esenciales del entrenamiento de fuerza es, vistas
estas relaciones, la descongestión del sistema cardiovascular cuando
el cuerpo se ve sometido a cargas importantes. De este modo, una
musculatura fuerte permite al ser humano responder a las cargas de un
modo óptimo, por ejemplo, al subir escaleras, trabajando únicamente
a nivel periférico sin cargar absolutamente el corazón y, cuando
las cargas son muy importantes, descargarlo en parte. Por
ejemplo, si la persona transporta una caja de botellas de agua, una
musculatura esquelética fuerte permitirá una disminución de la
presión arterial de trabajo y del rendimiento cardíaco necesario. Estos efectos son especialmente
importantes para las personas que padecen trastornos
cardiovasculares, las que tienen factores de riesgo cardiovasculares
o las que han sufrido un infarto cardíaco. En este sentido, para los
pacientes cardiovasculares el entrenamiento de la fuerza se presenta,
completado por un entrenamiento aeróbico, como una terapia ideal,
que no supone un peligro potencial, tal como se demostró en el gran
estudio realizado en la Clínica Cooper de Dallas (McCartney).
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