Entrenamiento de la Fuerza (2.19) - Efectos beneficiosos sobre el desarrollo y el metabolismo cerebral
Entrenamiento de la Fuerza (2.19) - Efectos beneficiosos sobre el desarrollo y el metabolismo cerebral
Mediante el trabajo muscular dinámico se produce un considerable aumento de la irrigación local del cerebro, la cual puede aumentar hasta en un 50%
Se ha constatado, a través de diversos trabajos de investigación, que al efectuar actividades musculares con grandes exigencias de coordinación y fuerza se producía una regeneración de las dendritas y de la membrana aracnoidea en el cerebro. Esto significa, por ejemplo, que la realización de un entrenamiento de la fuerza con ejercicios que requieran un alto nivel de coordinación en aparatos de tracción o con pesas tiene un efecto beneficioso sobre el rendimiento de la memoria a corto plazo.
Por otro lado, cualquier tipo de actividad corporal un poco exigente tiene un efecto motivador y causante de buen humor, una técnica que cualquiera puede aplicar siempre.
Esta medida tan simple se utiliza en todos los seminarios de automotivación y su efecto se puede sentir y experimentar en la práctica de cualquier ejercicio deportivo y especialmente en el entrenamiento de fuerza intensivo. En este último caso, al del entrenamiento de fuerza, habría que añadirle la mejora postural que se obtiene y que, a largo plazo, tiene un efecto estimulante sobre la conciencia de uno mismo. Es de todos conocido que el estado de nuestra mente influye sobre la postura: todo el mundo sabe cómo se sienta cuando se siente frustrado o derrotado.
Durante el entrenamiento de fuerza se producen acumulaciones locales de lactato en la zona del cuerpo trabajada que se acompañan de un incremento de la secreción de endomorfinas. Este incremento de la secreción de endomorfinas es la que produce un aumento de la sensación de bienestar. Aunque se está todavía en fase de investigación, se cree que las endomorfinas pueden ser de mucha para la creación de nuevos fármacos que sirvan de ayuda en la reducción del dolor, la inflamación de la artritis e incluso el Alzheimer.
Siendo que sus efectos son beneficiosos para nuestro estado mental y que nuestro organismo se encarga de producirlas de forma natural si se le provoca los estímulos adecuados, ¿por qué no aprovecharnos de esta circunstancia trabajando el entrenamiento de fuerza?
Desde hace más de 30 años se llevan haciendo diversos estudios en la materia. Por poner algún ejemplo comentaré el realizado en una clínica psiquiátrica. Se estudió la respuesta de diversos pacientes con diversos tipos de miedos y se constató que, después de iniciar un entrenamiento de fuerza de 8 meses de duración, se aliviaban notablemente los síntomas del miedo (Martinsen 1989). Así mismo, las tasas de depresión en los pacientes se redujeron considerablemente con la práctica del entrenamiento de fuerza (Martinsen 1990). Y, lo que es mejor, se comprobó entre otros fenómenos que, tras la finalización del programa de entrenamiento, más de la mitad de los pacientes decidieron continuar con el entrenamiento de fuerza.
Por poner otro ejemplo, aporto un estudio mucho más reciente (que me ha facilitado recientemente una amiga que ha confiado en mí para la consecución de sus objetivos) el cual todavía no he tenido tiempo de estudiar con detalle. Ha sido realizado por la Universidad de Sidney (Yorgi Mavros, 2016) y en él se relaciona de un modo directamente proporcional el aumento gradual de la fuerza muscular con la mejora de la función cognitiva. El estudio se realizó sobre una población de 100 personas con edades comprendidas entre los 55 y los 68 años y con un deterioro cognitivo leve, demostrándose que el beneficio del trabajo con fuerza sobre el cerebro es un hecho. Este puede ser otro gran paso en la mejora de las condiciones para pacientes con enfermedades como el Alzheimer.
En definitiva, podemos concluir que la mayoría de participantes en entrenamientos de fuerza manifiestan una mayor sensación de bienestar corporal general. La autoexperimentación en el entrenamiento y especialmente el aumento de la fuerza conducen al aumento de la autoestima y estimulan la conciencia de uno mismo.
Mediante el trabajo muscular dinámico se produce un considerable aumento de la irrigación local del cerebro, la cual puede aumentar hasta en un 50%
Se ha constatado, a través de diversos trabajos de investigación, que al efectuar actividades musculares con grandes exigencias de coordinación y fuerza se producía una regeneración de las dendritas y de la membrana aracnoidea en el cerebro. Esto significa, por ejemplo, que la realización de un entrenamiento de la fuerza con ejercicios que requieran un alto nivel de coordinación en aparatos de tracción o con pesas tiene un efecto beneficioso sobre el rendimiento de la memoria a corto plazo.
Por otro lado, cualquier tipo de actividad corporal un poco exigente tiene un efecto motivador y causante de buen humor, una técnica que cualquiera puede aplicar siempre.
Esta medida tan simple se utiliza en todos los seminarios de automotivación y su efecto se puede sentir y experimentar en la práctica de cualquier ejercicio deportivo y especialmente en el entrenamiento de fuerza intensivo. En este último caso, al del entrenamiento de fuerza, habría que añadirle la mejora postural que se obtiene y que, a largo plazo, tiene un efecto estimulante sobre la conciencia de uno mismo. Es de todos conocido que el estado de nuestra mente influye sobre la postura: todo el mundo sabe cómo se sienta cuando se siente frustrado o derrotado.
Durante el entrenamiento de fuerza se producen acumulaciones locales de lactato en la zona del cuerpo trabajada que se acompañan de un incremento de la secreción de endomorfinas. Este incremento de la secreción de endomorfinas es la que produce un aumento de la sensación de bienestar. Aunque se está todavía en fase de investigación, se cree que las endomorfinas pueden ser de mucha para la creación de nuevos fármacos que sirvan de ayuda en la reducción del dolor, la inflamación de la artritis e incluso el Alzheimer.
Siendo que sus efectos son beneficiosos para nuestro estado mental y que nuestro organismo se encarga de producirlas de forma natural si se le provoca los estímulos adecuados, ¿por qué no aprovecharnos de esta circunstancia trabajando el entrenamiento de fuerza?
Desde hace más de 30 años se llevan haciendo diversos estudios en la materia. Por poner algún ejemplo comentaré el realizado en una clínica psiquiátrica. Se estudió la respuesta de diversos pacientes con diversos tipos de miedos y se constató que, después de iniciar un entrenamiento de fuerza de 8 meses de duración, se aliviaban notablemente los síntomas del miedo (Martinsen 1989). Así mismo, las tasas de depresión en los pacientes se redujeron considerablemente con la práctica del entrenamiento de fuerza (Martinsen 1990). Y, lo que es mejor, se comprobó entre otros fenómenos que, tras la finalización del programa de entrenamiento, más de la mitad de los pacientes decidieron continuar con el entrenamiento de fuerza.
Por poner otro ejemplo, aporto un estudio mucho más reciente (que me ha facilitado recientemente una amiga que ha confiado en mí para la consecución de sus objetivos) el cual todavía no he tenido tiempo de estudiar con detalle. Ha sido realizado por la Universidad de Sidney (Yorgi Mavros, 2016) y en él se relaciona de un modo directamente proporcional el aumento gradual de la fuerza muscular con la mejora de la función cognitiva. El estudio se realizó sobre una población de 100 personas con edades comprendidas entre los 55 y los 68 años y con un deterioro cognitivo leve, demostrándose que el beneficio del trabajo con fuerza sobre el cerebro es un hecho. Este puede ser otro gran paso en la mejora de las condiciones para pacientes con enfermedades como el Alzheimer.
En definitiva, podemos concluir que la mayoría de participantes en entrenamientos de fuerza manifiestan una mayor sensación de bienestar corporal general. La autoexperimentación en el entrenamiento y especialmente el aumento de la fuerza conducen al aumento de la autoestima y estimulan la conciencia de uno mismo.
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